sábado, 21 de febrero de 2015

otro final, bien argento.





Tan amigas las dos...Hoy comparten ...soretitos. 
La una hace más de 20 minutos habla sin parar. De pié ante la mesa de la cocina de la otra. Mientras relata anécdotas inservibles para una vida que debe beberse con pasiones, mientras sonríe sin frescura, rígida, en los bordes...enarbola una manga de repostería y con habilidad exquisita dibuja soretitos de crema sobre la torta. Un soretito y una anécdota, otro soretito y sonrisa...se aleja para mirarlos con perspectiva y, seguramente si una no estuviera ahí, pensaría que esos soretitos son obras de arquitectura e ingeniería...por lo prolijo, digo.
La otra no sabe de qué habla la una, pero sonríe para afuera. Las minas acostumbramos a decir ajá, aunque no nos interese en absoluto nada de lo que contiene el relato. Apoyada con ambos codos sobre la mesa y a punto de derrumbarse, menos erguida que los soretitos.
La una tiene un delantal a  lunares, con dos agarraderas a lunares que dejó, como si fueran guantes de seda...sobre la mesa. Una sobre la otra. El delantal blanco y los lunares rojos.
La otra en bikini, roja y gastada, descalza.
La una cocina para los suyos. Sabe que es un modo apropiado de transitar el ser mujer. Mira canales gourmet, tiene accesorios específicos hasta para rallar nuez moscada....No se detiene ante los vacíos, no la atormentan. Incluso defiende los vacíos con frases como -yo soy feliz cuando no me dejan nada en el plato. Ella enseña a vivir, no sabe lo que es morir a diario y volver a nacer.
La otra no tiene ni suyos. Ha amado sin parar desde que se dió cuenta de  que esas cosquillas eran diferentes a las que su viejo le hacía en el sillón del living. Amó y murió hasta...hace unas semanas.
Sabe perfectamente de qué se trata el vacío y busca respuestas donde es consciente de que ya  no hay nada.
Ambas se sientan frente a frente, como tantas noches...en absoluta incomprensión, en medio del maldito malentendido.
- Vos que no usas el freezer, prestámelo hasta mañana. No tengo lugar en el mío, está qué explota.
Y sin esperar la respuesta mete varias tortas en los estantes. En el vacío de la otra. En la enorme impotencia de la otra.
La noche, siempre, nos invita a lo incorrecto. Es linda la noche porque todos los gatos son pardos.
Esta noche solo hay deseo. Pasiones encendidas. Indomables mujeres que sonríen, jadean, gritan y se retuercen. En la casa de la otra ocurre algo parecido.
Al día siguiente entran los paramédicos. El pulso es muy leve. Hay que trasladarla.
La levantan del sillón, con su bikini roja, gastada.Botellas de ron, de vodka, de licor de menta. El freezer abierto y vacío. La boca llena de chocolate.Surcos, caminitos de lágrimas en el rostro. El pelo enredado y suelto. Las bandejas y platos en el suelo. Y el cuerpo cubierto de soretitos de crema y dulce de leche, como lunares.
La una va tras la ambulancia llorando, la adora.
Son ellas...como Thelma y Louise.

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