viernes, 29 de agosto de 2014

no escribo, che.


No escribo porque las guardo.
Setecientas treinta y dos palabras para mi.
Ciento trece guardo en la mochila, bien al fondo del último bolsillo. Bajo cierre, las escurridizas.Esas que me prometen amor...en las que no creo, las mentirosas.Las que tienen la textura de la miel. Se escapan y pegotean.
Noventa y tres en  el cajón de las medias, adentro de las de invierno bordadas, las rojas.Las de revoluciones, salarios,opresores y oprimidos.Marchas, troscos, siglas nuevas y viejas. Todas. Hasta el PI.
 Las que me dan miedo. Las de milicos. Reorganización y nacional. Las órdenes, el severo intento de control. Palabras de machos impotentes.Son como cincuenta.
Veinticinco en el último botellón de perfume, las de peor color.Las de las muertes que no entiendo y me desangran.Mamá y papá. Las que vienen en gotitas.
Con setenta y cinco me acuesto, las dejo bajo la almohada, las enrosco cuando no puedo dormir y las arrojo al suelo cuando despierto, son palabras que resisten.Ahí está yo.
A las trescientas  nueve que me aburren las abandoné detrás del televisor. Esas de discurso largo, de sabelotodos, de proyectos económicamente exitosos, de viajes comerciales, de fachos, de lúmpenes, de quejadores inmutables.
Tengo veintitrés que me dan tanta risa que las uso un poco cada día. Me gusta decirlas fuerte y despacito, fuerte y despacito. Pero siempre. Me cambian la cara y riegan la noche.
Tengo una especiales porque se cantan. Ahí está mi nombre, naranjo, hierba, eiti leda, tierra. Las tengo en el bolsillo del vestido, adentro de un pañuelo.
A las cincuenta y ocho palabras tiernas las metí en el asiento de atrás del auto. Esas las uso con mi hijo y sus amigos, con mis amigas y sus hijos. Son palabras calentitas en invierno y bien heladas en los zofocones de veranos. Dan cosquillas siempre.Está te, amo, infinito y hasta.
Hay treinta y tres horribles. No sé donde las guardé. A veces quiero encontrarlas pero sé que no conviene. Ni a mi ni a nadie. Esas vienen con filo, con pólvora y chimangos.Hay groserías, y aúllan.
Tengo ochenta y seis palabras sexys en mi puño. A esas no las largo. Ni las presto, no las suelto. A veces las apoyo en mis zapatos de charol y taco verde.Están orgasmo, clítoris, libertad, placer, scones, chocolate, cigarro.
Hay tres o cuatro en la cocina. No las uso. Nunca.Son muy correctas. En molde.
Epa. Me pasé.

Mejor me callo.





El pragmatismo de un poema en 2017

Como lo dijo Juan... La poesía no sirve para nada. No impone ternura ni abrazos. No llega a tiempo, ni desfibrila. La poes...