jueves, 25 de febrero de 2010

yo fui testigo


Había elegido un sitio cerca de la ventana. Me incliné varias veces hacia la mesa para corregir el calce de mis medias.
Tenía el deseo de mirar e imaginarles las novelas a esas mujeres.
La moza era exquisita. Se trasladaba contoneando la cadera entre las mesas del bar. En ruinas.Retro pero de verdad, sin diseño.
"El viejo oriente" invitaba un cartel más viejo y más retro . Sin diseño.
La carta pegajosa, el mantel de hule, las sillas de caño, platos feos casi a propósito.
El macho con su porte de vacan contaba billetes en la mesa del fondo, mientras con un palillo escarbaba sus dientes una, otra y otra vez, escupiendo sobre el mantel.
El macho con otro macho. Flaco y viejo. Seco y tembleque. Un par de amigos...
La niña moza sonreía con asco a sus invitaciones. Una, otra y otra vez.
El macho dueño del bar, ejerciendo sus poderes miserables la tomó sorpresivamente del antebrazo y se la dió.
La entregó como se pasa un plato, una carta de truco, una moneda, un blister de analgésicos. Ni la miró y sonriéndo lo miró a él hasta convertirse, ambos en carcajadas.
Burlones. Gigantes con moho.
La mujercilla me dejó verla y sin dudarlo tomó un tramontina de la mesa de al lado.
Me puse de pie, de inmediato y hecha yo carcajada me acomodé por última vez las medias para salir del bar bien compuesta.

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